Change.gov (o dos maneras de entender el poder)

El Presidente Electo de los EEUU, Barack Obama, fiel a su discurso de cambio y escapando a la tentación de la demagogia barata, tan propia de gobernantes como el venezolano, ha dado inicio a su proyecto Change.gov. Para quienes no conozcan el lugar o la iniciativa, change.gov es un sitio de internet lanzado por el equipo de campaña de Obama con el fin de conectarse de manera auténtica con el pueblo norteaméricano, no sólo para informarles acerca de la transición política que ese país está viviendo, sino también – y sobretodo – para recoger ideas de la gente común y corriente a través del “citizen´s briefing book”. Es, pues, un brillante ejemplo de “grass root movement” que hace justicia a la fabulosa campaña presidencial que el hoy electo Obama hizo en los últimos meses. 

 

Es inevitable ver esto y no contrastarlo con el aberrante espectáculo de narcisismo, caudillismo, oligofrenia y fanatismo que Chávez y sus seguidores han desatado en Venezuela. Allí, no hace falta ser muy listo para darse cuenta, lo único que interesa es que Chavez garantice su estadía en el poder lo más que pueda, para lo que esgrimen el vulgar chantaje, por demás típico de politicuelos de esa calaña, de que ellos representan la paz y lo contrario la guerra. Nada más lejano a los verdaderos intereses del pueblo venezolano, hoy sumergido en la basura, la desidia y la delincuencia. Para colmo, la asamblea dejará de trabajar un mes para concentrarse en la campaña, único y verdadero objetivo de ese organismo. Más de espaldas a las necesidades de una nación no se puede estar. 


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Dos visiones contrapuestas. Una, la de un presidente que promete ser lo contrario de lo que representó el fatal gobierno de Bush, abriendo verdaderos portales de comunicación con la gente, escuchando de manera sincera. Otro, el de un aspirante a dictador cuya única obsesión es atornillarse en el poder a toda costa, mintiendo y chantajeando, mientras una manada de abyectos políticos de diminuta talla lo aplauden y apoyan. 

 

Un ejemplo de política 2.0, el otro, un triste ejemplo de política 0.1. 

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