Lo que van a leer es un post muy autobiográfico.
Resulta que me topé con este comercial de Google India y quedé profundamente movido.
Véanlo antes de seguir leyendo.
Quisiera empezar diciendo qué es lo que encuentro de maravilloso para después confesarles la razón del impacto que esta pieza tuvo en mi. Me parece que, contado en ese orden, lograré expresar un punto valioso, que al fin y al cabo es lo que siempre intento hacer en este humilde blog.
Hoy en día, más que nunca antes en la historia de la humanidad, nuestras relaciones están mediadas en buena medida por la tecnología. Deben quedar muy pocos espacios en los que no haya un microprocesador, un megabyte o una pantalla participando. Hasta los libros, uno de las “tecnologías” que mejor había resistido el paso del tiempo, ha venido cediendo ante el surgimiento de kindles, nooks, ipad y varias tabletas similares. Y ha sido tanto lo que la tecnología nos ha invadido, que hemos terminado a veces encandilados por sus encantos y novedades. Quedamos con la boca abierta cuando vimos por primera vez un teléfono con pantalla táctil. Nos sorprendemos hoy con una cónsola de video juegos, que es también televisión por cable, receptor de video conferencias, navegador de internet y reproductor de películas.
Pero a pesar de todo eso, lo humano permanece ahí, inalterable y mágico, aunque a veces no nos demos cuenta. Es más, la verdadera tecnología, la que importa, la que perdura, es justamente la que amplifica esas “cosas humanas,” que parecen pequeñas pero que pueden conmovernos en lo más profundo.
Eso es lo que retrata Google en su anuncio y lo que me ha conmovido enormemente.
Les cuento ahora una anécdota personal, que servirá de ejemplo a todo lo que acabo de decir en los párrafos de arriba.
El 12 de enero de este año falleció mi Padre, luego de luchar duramente con la diabetes por más de 6 años. Tenía 72 años de edad. Pocos días después de su muerte, estando yo todavía en Caracas, recibo un correo de un hombre llamado José Luis , presentándose amablemente y diciéndome que me encontró en Internet luego de leer un mensaje que publiqué en unos de mis perfiles pidiendo ayuda para conseguir un enfermero que nos apoyara en la última fase de la enfermedad. José Luis quería reencontrarse con mi Padre y ponerse a la orden para ayudarnos en alguna forma. En su correo, me comentó que fueron amigos en los años 60, cuando ambos vivían en Madrid. Luego mi Padre volvió a Buenos Aires y él volvió a su pueblo natal en España y nunca más volvieron a hablar. Yo respondí a aquél increíble correo anunciando la muerte de mi Padre y agradeciendo profundamente el gesto. Su respuesta fue inmediata y conmovedora, lamentado con sinceridad la partida de mi Padre y haciéndonos llegar, a mi familia y a mi, palabras de apoyo y deseos de fortaleza.
Unos meses después, vuelvo a recibir noticias de José Luis, esta vez con algo más que un correo. Adjunto al mensaje venía un documento redactado por él cargado de anécdotas y recuerdos de aquellos años de amistad. El texto retrataba a mi Padre con tal precisión que parecía que no había 50 años de separación entre él y José Luis. Además, venía con fotografías de aquella época, que yo nunca había visto. El impacto de aquél documento fue estremecedor y sorpresivo.
Desde entonces, he ido construyendo una hermosa amistad con José Luis y hemos intercambiado extensos correos. Nos hemos ido conociendo y presentando, con la peculiaridad de no sentirnos nunca extraños, aún cuando jamás nos hemos conocido en persona.
Sobra decir que esto que acabo de compartir con todos uds es de las cosas más increíbles que me han pasado en la vida. Siento de algún modo a mi Padre más cerca y estoy seguro que él, de estar todavía con nosotros, se hubiese sumado gustoso al intercambio. Creo, además, que para José Luis ha sido también nutritivo y estoy seguro que disfruta del diálogo tanto como yo.
Y todo lo anterior, como en la historia de Google, empezó con un par de clicks en algún buscador.
Posiblemente, esto que acabo de compartir le de una relevancia especial al mensaje de Google. Pero aún quitando ese sesgo positivo, me parece evidente que el concepto que da forma a la idea tiene un enorme significado: la verdadera tecnología es la que nos hace más humanos. Y saber comunicar eso en una pieza publicitaria de uno de los gigantes tecnológicos del planeta, es digno de reconocimiento y admiración.
Hasta acá este post autobiográfico, que espero no los haya aburrido demasiado. Como siempre, los comentarios son más que bienvenidos.
Ramiro: eres un tipo de corazón grande y me siento afortunado de que me tengas por amigo.
He compartido la historia porque me parece que es fantástica y porque me hace sentir muy afortunado. ¡Mil gracias por todo querido amigo! ¡¡Abrazo enorme!!
Ha estado bien. Soy yo el agradecido.
de alto contenido emocional y estrategico como siempre….. hermoso relato, don ramiro, como siempte
¡Gracias mi querido pana! Como siempre, tus comentarios me honran enormemente. Abrazo grande!!
Hermoso y conmovedor relato. No solo no me aburrió sino que me sacó unas cuantas lagrimitas. He vivido experiencias parecidas despues que falleció mi padre.
Estoy muy de acuerdo contigo en que la tecnología bien usada ees la mejor herramienta para acercarnos…Imagínate en esta era de separaciones filiales que sería de nosotras las madres sin estas tecnologías…Besos, R
Rosa querida, siempre es un privilegio tenerte en este humilde blog comentando.
Gracias por tus palabras. Totalmente de acuerdo, ¡qué haríamos sin skype en estos años de separaciones forzadas! A veces me pongo a pensar lo duro que debió ser para mis padres haberse ido de Argentina y depender solamente de cartas y llamadas de larga distancia. Recuerdo todavía cómo, de niño, mi madre nos hacía sentarnos a escribir cartas a mano para los Abuelos cuando algún conocido viajaba a Buenos Aires.
Hoy, por fortuna, podemos vernos las caras y conversar, casi casi, como si estuviéramos frente a frente.
Abrazo enorme mi querida Rosa, y gracias de nuevo por tu comentario y tu lectura.