Imagina que tu jefe te asigna el liderato de un proyecto de innovación en tu empresa. Te colocan como la cabeza de una iniciativa que, de salir como se desea, puede cambiar drásticamente la dinámica del mercado. Te dan dinero, un equipo multidisciplinario de profesionales bajo tu mando y un objetivo ambicioso.
Saliendo de la reunión en la que te nombran director del proyecto, tu jefe te da una palmada en el hombro y te susurra al oído: “asegúrate de fracasar por lo menos 4 o 5 veces antes de que termines el proyecto”.
Si eres como yo (y como la inmensa mayoría de las personas que ha trabajado en grandes empresas) una historia como la descrita arriba luce, cuando menos, ridícula. ¿Fracasar? Esa es una palabra prohibida en el mundo de los negocios. Para muchos, fracasar no es una opción. Peor aún, el fracaso es un estigma, una mancha que debe borrarse del historial profesional lo más rápido posible. Los fracasos se evitan, y si ocurren, se ignoran.
Pero resulta que las empresas realmente innovadoras piensan exactamente al revés. Y esa historia que da inicio a esta entrada es, en realidad, una paráfrasis de lo que Larry Page le dijo al Dr. Astro Teller cuando en Google[x] echaron a andar el Proyecto Makani, una iniciativa para generar energía limpia utilizando cometas. Según nos contó el mismo Dr. Teller el pasado 17 de marzo en el último de los keynote de SXSW, Page le pidió que “se asegurara de estrellar al menos 5 cometas” durante el desarrollo del proyecto. La razón: para Google el fracaso es un ingrediente indispensable de la innovación. El fracaso, o los errores, es algo que se debe buscar, porque de estos se extraen aprendizajes robustos que luego abren caminos a resultados realmente sorprendentes.
El concepto del fracaso como herramienta no es nuevo. Hacia principios del siglo pasado, Sir Karl Popper, filósofo austríaco-inglés, introdujo una idea interesantísima en el mundo de la ciencia. Para él, de nada servía acumular evidencia a favor de postulado teórico, porque por muchas pruebas que se tuvieran, nunca serían suficientes para afirmar que dicho postulado era verdadero. Lo mejor que podíamos hacer, decía Popper, era intentar demostrar que el argumento es falso. De este modo, mientras más resistente fuera a los intentos de “falsearlo”, más robusto éste era.
Nassim Nicholas Taleb, uno de mis pensadores favoritos y quizá uno de los mayores defensores contemporáneos de las ideas de Popper, lo dice de este modo:
So the central tenet of the epistemology I advocate is as follows: we know a lot more what is wrong than what is right, or, phrased according to the fragile/robust classification, negative knowledge (what is wrong, what does not work) is more robust to error than positive knowledge (what is right, what works). So knowledge grows by subtraction much more than by addition—given that what we know today might turn out to be wrong but what we know to be wrong cannot turn out to be right, at least not easily. (Taleb, 2012, p. 302)
Todo lo anterior viene a cuento porque para mi, al menos en el mundo del mercadeo y la publicidad, estamos obsesionados con el éxito de una manera francamente peligrosa. Día a día hacemos enormes esfuerzos para alcanzarlo, nos trazamos metas llenos de kpi’s , analizamos (y coleccionamos) “casos de éxito” en cursos y maestrías; en fin, actuamos casi siempre sólo con el éxito en mente. Pero como contraparte de esa obsesión, en algunas ocasiones hemos desarrollado un desdén hacia el fracaso que puede estar frenando nuestra capacidad de innovar o, peor aún, deteniéndonos del todo. Y es que cada éxito que alcanzamos nos atornilla más y más a una forma de hacer las cosas, que puede lucir muy válida ahora pero que no necesariamente es cierta o será válida en el futuro.
Otra vez Taleb:
By a mental mechanism I call naïve empiricism, we have a natural tendency to look for instances that confirm our story and our vision of the world—these instances are always easy to find. Alas, with tools, and fools, anything can be easy to find. You take past instances that corroborate your theories and you treat them as evidence (Taleb, 2007, location. 1510)
Hay muchas cosas que podemos aprender de Google, pero pocas son tan importantes como su actitud “popperiana” al momento de abordar un proyecto. Puede que muchas de sus iniciativas hoy se vean como rotundos fracasos (Google Glass, por ejemplo), pero cada uno de esos fracasos los acerca más a una verdadera innovación. Una industria como la nuestra, cuya razón de ser es la creatividad y la originalidad, haría bien en abrazar esta nueva concepción del fracaso, atreviéndose a explorar nuevos caminos, aún a sabiendas de que en el proceso, habrá 4 o 5 “cometas estrellados”.
No es fácil hacerlo, porque como lo dice Taleb, nuestra naturaleza se inclina a preferir confirmación. Pero hay cambiar ese modelo y hacerlo rápido.
¿Cuál es tu idea del fracaso? ¿Estás atreviéndote a desafiar tu modelo? ¿Estás buscando activamente formas de romper lo que haces día a día?
post scriptum: Les dejo la charla entera de Astro Teller que cito arriba. Vale la pena verla completa. Enjoy.