Último post del día sobre Cortázar, para cerrar el centenario de este genio que sigue regalándome momentos de disfrute y de aprendizaje en cada relectura de sus libros.
Esta vez, es para compartir uno de los capítulos de la indispensable Rayuela, en donde Cortázar nos cuenta una historia increíble usando todas palabras inventadas.
Lean y díganme si la historia no es perfectamente entendible.
Esa es la magia de nuestro sistema 1, diría otro de mis genios preferidos, Daniel Kahneman.
Capítulo 68
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
FIN
Cosmigonón
gisofanía
serú girán
paralía
narcisolón
solidaría
serú girán
serú girán
paralía
eiti leda
luminería caracó
ah… lirán marino
ah… lirán ivino
parastaría necesari eri desi oia
seminare narcisolesa desi oia serilerilán
eiti leda luminería caracó.