Ocio y Civilización

Me tropecé hace un tiempo con esta cita en un tweet de la maravillosa María Konnikova:

Aquellos atrapados en el mundo virtual no están nunca solos, nunca pueden concentrarse y apreciar las cosas por si mismos, en silencio. Han renunciado, en gran medida, a las ventajas y logros de la civilización: la soledad y el ocio, la posibilidad de ser uno mismo, verdaderamente absorbido, bien en la contemplación de una obra de arte, una teoría científica, un atardecer o el rostro de la persona amada

La cita está tomada del ensayo de “The Machine Stops” de Oliver Sacks . Allí, el neurólogo y escritor británico, fallecido en 2015, hace una reflexión interesante sobre el efecto nocivo que la tecnología, y muy especialmente los dispositivos móviles, tienen en nuestras vidas.

Pero más que lo dicho en el ensayo, que sigue en línea con lo que ya otros críticos de la tecnología han dicho, (y que yo mismo he comentado en este espacio) lo interesante está en la reflexión central en la cita: la soledad y el ocio como algo positivo, como logros de la civilización.

No es una idea nueva. Nassim Nicholas Taleb, otro de mis pensadores favoritos, dice en su libro The Bed of Procrustes 

Te convertirás en un ser civilizado el día que puedas pasar un largo período de tiempo haciendo nada, aprendiendo nada y mejorando nada, sin sentir la más mínima culpa.

Leídas ambas a la ligera, las citas de Sacks y Nassim Taleb son casi una blasfemia. ¿Cómo vamos a celebrar el ocio en este mundo en el que hemos sacrificado casi todo en el altar de la productividad y la eficiencia? El FOMO nos gobierna, no podemos darnos el lujo de soltar el teléfono o dejar de revisar el buzón de correo por más de 6 minutos. Es tal la obsesión que tenemos con “el uso eficiente del tiempo”, que hasta el tiempo libre lo tratamos como un proyecto, como una serie de actividades pensadas para que seamos más productivos.

En su fantástico libro Four Thousand Weeks: Time Management for Mortalsel periodista británico Oliver Burkeman lo dice con contundente claridad:

Enjoying leisure for its own sake—which you might have assumed was the whole point of leisure—comes to feel as though it’s somehow not quite enough. It begins to feel as though you’re failing at life, in some indistinct way, if you’re not treating your time off as an investment in your future. Sometimes this pressure takes the form of the explicit argument that you ought to think of your leisure hours as an opportunity to become a better worker (“Relax! You’ll Be More Productive,” reads the headline on one hugely popular New York Times piece). But a more surreptitious form of the same attitude has also infected your friend who always seems to be training for a 10K, yet who’s apparently incapable of just going for a run: she has convinced herself that running is a meaningful thing to do only insofar as it might lead toward a future accomplishment. (pp. 142-143). 

La buena noticia es que eso está cambiando.

La pandemia nos ha hecho adoptar las ideas de Nassim Taleb y de Sacks sin que nos diéramos cuenta. Prueba de ello está en el hecho de que miles de personas están renunciando a sus trabajos ahora que las empresas les han pedido que vuelvan a las oficinas a “trabajar como antes”. Adam Grant, otro de mis psicólogos predilectos, documenta este fenómeno en un reciente artículo publicado en el Wall Street Journal, titulado The Real Meaning of Freedom at Work. Allí, Grant nos explica que la gente está la gente está renunciando “en masas” y que de acuerdo a una encuesta reciente en Linkedin realizada a cerca de 5000 en los EE.UU, más de la mitad afirmó preferir ser trabajadores independientes o emprendedores antes que volver a sus rutinas regulares. La razón, afirma Grant, es el deseo de mayor flexibilidad. Una flexibilidad que se traduce en lo que el filósofo Isaiah Berlin llamó “libertad positiva”, que no es otra cosa que la libertad de controlar nuestro propio destino y darle la forma que queramos a nuestras vidas.

The biggest source of positive liberty may be the freedom to decide when and how much we work. If we’ve learned anything from the pandemic about going remote, it’s that people aren’t shirking from home—they’re working overtime. But the 40-hour workweek was not ordained from above; it’s a human invention that grew out of the Industrial Revolution. Anthropologists find that for more than 95% of human history, people enjoyed more leisure time than we do now. Generations of hunter-gatherers subsisted on 15-hour workweeks. When we started treating humans like machines, we began confusing time spent with value created.

Creo que debemos aprovechar esta nueva (o recuperada) perspectiva para entender que tenemos que frenar un poco. 

En lo personal, eso significa valorar el ocio, no como tiempo perdido, sino como un regalo para nosotros mismos. Como una oportunidad para conectar con lo que nos gusta, nos mueve y nos hace crecer. 

En lo profesional, significa trazar de nuevo las fronteras entre el trabajo y la vida personal que la digitalización borró. Exigir espacios y darlos, también. Entender que se vale ir a nadar a las 10 am, como dice mi buen amigo Edson Brizuela, para después volver a trabajar.

Estoy convencido que saldremos mejor parados de esta pandemia si aprendemos a incorporar estos momentos para nosotros, sin que haya una meta o un propósito, sin que nos inunde la culpa o nos sintamos en el banquillo de los acusados. O para decirlo en términos más actuales: debemos pasar del FOMO al JOMO

Les Luthier, es grupo de genios del humor y de la música, decían en uno de sus shows:

El ocio es la madre de todos los vicios. Y como toda madre, merece respeto.

Tenían razón. 

0 Comments

  1. Endersays:

    Excelente reflexión, amigo Ramiro.

    Me llama la atención el fenómeno que se ha generado este año, The Great Resignation, y su impacto en la futura vida corporativa. Pese a que es mucho lo que está en juego, esta cultura se resiste a modificar sus patrones. “El ojo del amo engorda el ganado” es solo lo que piensan quienes mueven los hilos, sin considerar el impacto positivo de la transformación digital.

    Lo cual me lleva al tema del ocio. Después del monumental ajuste que todos hemos tenido que hacer a causa de la pandemia, finalmente hemos encontrado una gran revelación: el tiempo perdido en la movilidad hacia y desde la oficina, por ejemplo, puede ser invertido en algo que realmente nos satisfaga como individuos [inserte aquí su hobby favorito].

    Costó mucho, pero finalmente nos dimos cuenta de que el trabajo no es un lugar, es lo que hacemos. Y precisamente ser efectivos con lo que hacemos nos brinda un tiempo extra que al final se transforma en un commodity para hacer lo que queramos. Y eso tiene mucho más valor que cualquier propuesta económica que te puedan ofrecer.

    Un abrazo,

    • Estimado pana, ¡qué bueno tenerte por acá!.
      Me encantó eso del trabajo como actividad y no como destino. Es así tal cual. Además, esa libertad positiva que cita Grant en su artículo es clave: retomar el control. Hacer lo que queremos (en la medida de lo posible) cuando queremos. Y las empresas van a tener que aceptarlo, porque la gente se seguirá yendo a mejores opciones. Es así de fácil.
      ¡Abrazo grande Ender! Gracias de nuevo.

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